Por Redacción Argenports.com
Quienes vivieron Mar del Plata en los años noventa recuerdan una imagen imposible de olvidar. Frente a la costa, en la zona norte de la ciudad, descansaba un barco gigante, inclinado y corroído por el tiempo, convertido en una presencia tan extraña como cotidiana.
No había sido colocado allí por decisión humana. Había llegado de la manera más inesperada.

La historia comenzó en junio de 1991, cuando una tormenta histórica castigó con violencia la costa atlántica. Las ráfagas de viento superaron ampliamente lo habitual, el mar se volvió furioso y el puerto también sintió el impacto.
En ese escenario extremo, el pesquero Marcelina de Ciriza, que llevaba años abandonado y fuera de servicio, rompió sus amarras. A partir de ese momento empezó una travesía tan real como inverosímil.
El buque, de cerca de 90 metros de eslora, quedó completamente librado al poder del mar. No tenía tripulación, no tenía motores operativos y era imposible gobernarlo.
Sin embargo, comenzó a desplazarse. Impulsado únicamente por el viento y por el violento oleaje, recorrió alrededor de 15 kilómetros desde la zona portuaria hasta el sector norte de la ciudad. Atravesó áreas complejas, soportó golpes que pudieron haberlo destruido y, aun así, siguió avanzando.

Finalmente, el Marcelina de Ciriza terminó encallando frente a las playas de la zona de Constitución, muy cerca de Félix U. Camet. Cuando el temporal cedió, Mar del Plata amaneció con una escena que marcó a todos: un pesquero enorme detenido frente a la costa, inmóvil, silencioso, como si el mar lo hubiera depositado allí deliberadamente.
Desde ese instante, dejó de ser solo un barco abandonado. Nacía el famoso “barco fantasma”.

Una imagen que marcó a generaciones
Con el paso de los días, la sorpresa se transformó en fascinación. Turistas, marplatenses y quienes llegaban por primera vez a la ciudad se detenían inevitablemente a mirarlo.
Miles de fotos familiares lo muestran como fondo. Para muchos chicos de los noventa fue el primer gran barco que vieron en su vida. Para los adultos, una historia que siempre valía la pena contar.
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Alrededor del Marcelina de Ciriza surgieron relatos, anécdotas y versiones que mezclaron realidad y mito.
Se habló de intentos frustrados por recuperarlo, de proyectos que nunca prosperaron y de situaciones curiosas ocurridas durante su deriva. El barco dejó de ser solo acero y estructura: se convirtió en narrativa popular.
Del accidente al mito marplatense
Durante años, el buque permaneció como parte del paisaje de la costa norte. Pero el tiempo, el salitre y la fuerza constante del mar comenzaron a desgastarlo. El casco se deterioró, sectores de la embarcación cedieron y, poco a poco, el océano fue reclamando lo que alguna vez había expulsado hacia la costa.

Hoy, el Marcelina de Ciriza ya no se ve como aquel gigante que impresionaba a todos, pero su historia sigue tan viva como entonces.
El barco fantasma de Mar del Plata quedó grabado para siempre en la memoria colectiva de la ciudad. Fue algo más que un incidente marítimo: fue símbolo, postal, identidad y leyenda.











