La boya es un flotador que cuenta con un sensor acústico, es decir, un hidrófono, con el que se escuchan los sonidos debajo del agua, y sensores oceanográficos que miden la temperatura, el pH, el oxígeno, y la clorofila. Estos parámetros, medidos de forma constante, les permiten tener información acerca del impacto del cambio climático en el agua. Foto Gobierno de Chile.
La ballena azul es el animal más grande que ha existido en el planeta: puede medir hasta 33 metros de largo.
Además de impactante, una ballena azul chilena viva equivale a 3 mil 500 millones de pesos chilenos en servicios ecosistémicos: ecoturismo, secuestro de carbono directo, fertilización del océano y mejora de la pesca.
Para proteger y conservar a esta y otras especies de este cetáceo, como también monitorear los océanos, The Blue BOAT Initiative (Tecnología de Alerta de Boyas Oceanográficas) —proyecto nacional conjunto entre el Ministerio del Medio Ambiente de Chile y Fundación MERI y parte del Compromiso País por los océanos— tiene el objetivo de crear el Primer Sistema de Alerta Temprana de Presencia de Ballenas en Sudamérica.
Esto lo lograrán con una red de boyas inteligentes que son capaces de alertar en tiempo real a las embarcaciones de la presencia de cuatro especies de ballenas: la azul (en peligro de extinción, según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN), la franca austral (la población frente a Chile y Perú está en peligro crítico de extinción), la sei (en peligro de extinción) y la jorobada (de menor preocupación).
El lunes marcaron un hito con la instalación de la primera boya, que se llama “Suyai”, esperanza en mapudungún, en el golfo Corcovado, frente a Chiloé.
“La instalación de esta boya es una muy buena noticia que nos permitirá contar con una herramienta para proteger a los enormes cetáceos que pasan por esa zona de Chile como parte de su ruta migratoria”, dice Maisa Rojas, ministra del Medio Ambiente.
Por su parte, Francisca Cortés Solari, presidenta ejecutiva de Fundación MERI y Filantropía Cortés Solari, opina que “esta tecnología es un orgullo para Chile y un ejemplo para el mundo, porque permite no solo monitorear y escuchar los océanos, sino que mitigar el impacto de las actividades humanas en él”. Hoy el proyecto empieza sus operaciones.
“Es un sueño hecho realidad”, concuerda Sonia Español-Jiménez, directora ejecutiva de Fundación MERI y directora de The Blue BOAT Initiative, desde una embarcación en el golfo Corcovado. “Ha puesto a Chile aún más a la vanguardia del cuidado de los océanos”.
“Es la primera boya que existe en toda Sudamérica que tiene este tipo de inteligencia artificial y es la primera vez que un país, en todo el mundo, se decide a conservar a los océanos escuchándolos con oídos inteligentes, la tecnología que se incluye dentro de la boya”, precisa.
La boya es un flotador que cuenta con un sensor acústico, es decir, un hidrófono, con el que se escuchan los sonidos debajo del agua, y sensores oceanográficos que miden la temperatura, el pH, el oxígeno, y la clorofila. Estos parámetros, medidos de forma constante, les permiten tener información acerca del impacto del cambio climático en el agua.
Mientras que el hidrófono, añade Español-Jiménez, “está unido al software LIDO (Listen to the Deep Ocean) —perteneciente a la Fundación The Sense Of Silence, del experto en bioacústica Michel André— que es capaz de detectar a las cuatro especies en tiempo real”.
Una vez que las ballenas son detectadas se envía una alerta a la Armada de Chile. Esta a su vez, vía radio, manda un mensaje a las embarcaciones que navegan por la zona. Con ello se busca “tratar de evitar y de reducir al máximo las colisiones entre las embarcaciones y las ballenas. Actualmente, es la principal amenaza que ellas tienen”, puntualiza.
Si bien el proyecto comienza en el golfo Corcovado —un hot spot de alimentación para las ballenas, con una biodiversidad única en el mundo, pero también con un alto tráfico marítimo—, la idea “es poder replicar esta tecnología en todo el corredor migratorio de las ballenas”, acota.
Por lo pronto, recolectarán la data científica de la primera boya, verán “cómo la industria recoge la iniciativa” y a partir de ahí, instalarán las boyas que faltan, dice. Son seis para cubrir la región del golfo Corcovado.
Después la intención es cubrir “todo el corredor marino protegido que se quiere hacer desde Chile a Canadá”, comenta. Empezarían instalando boyas en otras zonas de la costa chilena relevantes a las ballenas, como la Antártica, otra de las principales zonas de alimentación; luego pasarían a Antofagasta o Caleta Chañaral.
Además, Español-Jiménez adelanta que ya han mantenido conversaciones con otros países que están interesados en la iniciativa de Chile, como Panamá.
Usaron seis años de datos acústicos para que el sistema de inteligencia artificial, unido al hidrófono de la boya, reconociera los sonidos de cuatro tipos de ballenas. A futuro, podría servir para detectar otras especies marinas. CEDIDA
“La ballena es una especie majestuosa que cumple un importante rol ecológico”, explica Maisa Rojas, ministra del Medio Ambiente. CEDIDA
Fuente: El Mercurio