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¡No quiero que pase el tren, quiero que el tren sirva!

Al pueblo, ciudad, sector económico, que ve pasar de largo al tren de carga, no le sirve ni la mejor y más prolija cuenta ferroviaria, ni mucho menos su balance de beneficio público, pues tan solo paga y no es atendido.

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Por Jorge de Mendonça (*)

   Los trenes son bonitos y simpáticos, y por eso todos los argentinos pagamos para que funcionen.

   Ahora bien, si todos pagamos para que existan en Argentina ¿cuál es la razón por la que tan solo atienden granos y piedras de muy poquitos sitios y clientes?

   Adoramos que el tren pase por Maipú o Sierra de la Ventana, pero no va con la carga de Maipú o Sierra de la Ventana o, al menos, los pasajeros de allí, entonces ¿para qué los pagamos?

   En 1978, cuatro profesionales argentinos establecieron un nuevo marco conceptual sobre el entender de la economía de transporte a partir del beneficio público comparado de los mismos.

   Fue desde allí que en EE.UU. y Alemania ensayaron balances económicos del beneficio público de los ferrocarriles, lo que fue la base con la que hoy en día se respalda la inversión en los diferentes modos de transporte en pos de la reducción de los impactos ambientales.

   Lo que jamás dijeron Enrique Porta, Jorge Román, Vicente Repetto (y otro del cual no tengo el nombre y ni conocí), es que el beneficio público pudiera implicar que el ferrocarril sería bonito hiciera lo que hiciera.

   En síntesis, al pueblo, ciudad, sector económico, etcétera que ve pasar de largo al tren de carga, pero jamás para atender al comercio local, no le sirve ni la mejor y más prolija cuenta ferroviaria ni mucho menos su balance de beneficio público, pues tan solo paga, pero a nadie atiende.

   Entre quienes lean estas líneas, habrá quien piense o diga “pero si el tren va de Güemes a Puerto Buenos Aires, no puede ir parando en todas”.

   Alcanza con explicarle que la operación comercial y técnica de un ferrocarril que sea ferrocarril, ya tendría resuelta tan simple cosa.

   No hay ningún tipo de negocio que a una empresa pública o privada se le pueda escapar. Es más, el mayor problema del Mundo es que hay demasiada gente que no soporta no ser el dueño de todo lo que suceda.

   Extraña forma de técnica y comercio ferroviario ésta de “no paro porque pierdo tiempo”.

   Los trenes zonales, los trenes mixtos, son los que sirven para tomar la carga difusa y concentrarla en la estación nodal que sigue, donde algún tren seguirá con recorrido rápido y largo.

   Tan solo con eso, cada pueblo y sector económico será atendido y, por supuesto, el bonito y expreso tren del sagrado comercio exterior tendrá mejor vía, mayor prioridad y una tarifa mucho más barata, pues toda la carga difusa le aportará muchísimo más flete al sistema, donde el mayor cliente será la logística de la firma de camiones.

   En Argentina, la infraestructura ferroviaria no tiene absolutamente ningún problema, sino que al tener nula visión comercial, tan solo consume hasta la aniquilación los recursos técnicos y económicos para mover y mal alguna cosa, pues por bonito, todo queda disculpado.

   Pongan a un solo comercial y a un solo operacional que sepan qué hacer, que en seis meses sí que nos podremos preocupar por la infraestructura, pues habrá con qué pagarla.

   (*) Asesor en intermodalismo en Consorcio de Gestión del Puerto de Bahía Blanca.

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