La Argentina podría sumarse al grupo de potencias industriales pesqueras para 2030. La conclusión es de un estudio global de la Fundación Latinoamericana de Sostenibilidad Pesquera (Fulasp) en base a las condiciones naturales y está condicionado, en parte, a la necesidad de giro en las políticas públicas. A partir de una investigación de la industria en todo el mundo y su potencial desarrollo, Fulasp dejó a la Argentina entre las naciones que reúnen las mejores condiciones para “saciar la sed” del mercado internacional; encabeza la nómina de los que cuentan con más y mejores recursos pesqueros para abordar los desafíos de alimentar al mundo de manera eficaz, equitativa y sostenible.
La actividad está focalizada casi exclusivamente en el mercado internacional. El consumo interno es bajo, en torno a cinco o seis kilos por habitante por año, mientras que a nivel mundial el promedio es de 19 kilos. El de la pesca fue el año pasado el séptimo complejo exportador argentino con US$1777 millones (2,7% de las operaciones totales), con una caída del 2,5% con respecto al 2022. Del global, crustáceos y moluscos fueron 72,9%; pescados frescos y congelados, 25,2%; y harinas y conservas, 2%.
Eduardo Boeiro, presidente de la Cámara de Armadores de Pesqueros y Congeladores de la Argentina (Capeca), ratifica a que hay potencial, pero se requiere de “arreglos macroeconómicos” ya que para agregar valor el problema es el costo. “Si el precio final no compensa no se puede hacer -precisa-. Estamos lejos de los mercados de consumo, los fletes son muy altos y los acuerdos de libre comercio muy escasos”. Sobre ese punto, añade que cuanto más elaborado es el producto más cargan algunos destinos.
Por eso la preocupación por la intención que tuvo en el arranque la administración de Javier Milei de llevar las retenciones al 15%: “Si ese esquema sale, no se hará valor agregado. Esa presión sacaría de mercado a casi todos los productos que hacemos porque, además, hay un mercado internacional con precios deprimidos”. Apunta que “solo” la devaluación “no resuelve ningún problema” porque el sector enfrenta costos dolarizados (tripulación, combustible, fletes).
El sector pesquero representó en 2023, el 4,6% de las exportaciones totales argentinas de productos primarios y manufacturas de origen agropecuario: el langostino entero registró una baja del 9,4% interanual en el volumen exportado y una caída de 21,8% en divisas (equivalente a US$118 millones). Las colas de langostino incrementaron 26,8% el volumen y 21,2% el valor operado (US$ 86 millones adicionales); el calamar illex redujo 5,3% la cantidad y mantuvo el valor; la merluza negra creció 46% en valor; la merluza en filet subió 2,6% y la centolla lo hizo 20,9%.
De los US$1777 millones exportados el año pasado, diez destinos concentraron 64%. Lidera España con 21,2%; le siguen China (14,6%); Estados Unidos (10,4%); Italia (6,6%); Tailandia (4,7%); Corea del Sur (4,5%); Japón (4,5%), Brasil (4,1%); Confidencial (3,8%) y Perú (3,5%).
La Argentina es la segunda plataforma submarina más rica del mundo; la primera es Ecuador. Hay que tener presente que en las Islas Malvinas -con mucha participación en calamar- es el Reino Unido el que autoriza a pesqueros internacionales. En el archipiélago no hay puertos pesqueros ni plantas procesadoras.
El trabajo de Fulasp tomó como punto de partida las necesidades planteadas por el Comité de Pesca de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Su presidente, Raúl Matías Cereseto, acentúa que la Argentina tiene la “oportunidad histórica de dejar de ser el granero del mundo para convertirse en el pescadero más grande del planeta”.
Desde la Cámara Argentina Patagónica de Industrias Pesqueras (Capip), Damián Santos enfatiza que en los últimos años creció el número de plantas industrializadoras en tierra para agregado de valor pero, en paralelo, hay “limitaciones” para el avance porque no hay reglas claras. “No sabemos si el tipo de cambio acompañará a la inflación; afrontamos inflación de costos en dólares; hay problemas de productividad y la cuestión sindical complica”. Grafica con que su empresa perdió contratos por no haber podido cumplirlos por “paros y bloqueos, una metodología que ya es moneda corriente”.
Por eso la preocupación si las retenciones alcanzaban 15%: “Dejaríamos de hacer productos de valor agregado y la modernización de los últimos 10 años quedaría en la nada. Hay mercado, hay demanda, tenemos el mar, tenemos la industria desarrollada para extraer y una suba de las retenciones sería una traba imposible de sobrellevar”.
El 80% de las exportaciones pesqueras corresponden a langostinos, calamar y merluza hubbsi. En el 2020, según la FAO, la Argentina estaba en el puesto 21 en el mundo como país exportador y 13 en relación a sus capturas. La pesca se concentra en Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego y Buenos Aires.
En Islas Malvinas -una zona de significativa riqueza- los permisos los otorga el Reino Unido; se estima que 20% del calamar que se consume en Europa se pesca en las aguas circundantes al archipiélago. La principal flota es la española; es marginal la participación de barcos asiáticos (principalmente de Corea y Taiwán).
El exsubsecretario de Pesca de la Nación, Juan Bosh, plantea que la Argentina está en un “punto de equilibrio” en la explotación de sus pesquerías. Es decir, mucho más de lo que se pesca no se puede pescar para mantener el caladero sano. En los ‘90 hubo “depredación” pero la ley federal de pesca ordenó e hizo a la actividad “sostenible”. Entiende que hace 15 años que hay una política de Estado para el sector.
En ese contexto, señala que el punto crucial no pasa por el volumen sino por “lo que se hacemos con la pesca” y allí vuelve el tema de los costos de producción que hacen “imposible” no sólo competir con China sino con España. “Adaptar nuestro esquema a algo más razonable es el principal desafío -añade-. Sería un error pretender equilibrar los números pescando más”.
Hay en el país 200 empresas exportadoras que llegan a un centenar de mercados; existen unos 200 buques pesqueros y 140 plantas procesadoras. El sector ocupa a unas 46.000 personas de forma directa.
La merluza negra es considerada una suerte de “oro” y es protegida a nivel mundial. Hace unas semanas, renunció Julián Suárez quien era director nacional de Coordinación y Fiscalización Pesquera. Lo hizo en medio de acusaciones por supuestas presiones de Cancillería para favorecer a un empresario de China por la pesca ilegal de merluza negra frente a Tierra del Fuego (para esta especie se requieren permisos nacionales y existe una cuota por barco ya que se la busca preservar; pero cuando se usan redes de arrastre para otros peces, también se la suele atrapar).
Por el hecho, terminaron renunciando tres funcionarios: Suárez; Guillermo Abdala Bertiche, exdirector de Acuicultura y Pablo Ferrara Raisberg, excoordinador general en el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, representante de la cartera de exteriores en el Consejo Federal Pesquero
Para la pesca por “arrastre” de merluza negra, el año pasado el Consejo Federal Pesquero resolvió bajar al 1,5% de la capacidad de bodega de un barco la cantidad a llevarse. En el buque Tai An -denunciado por la competencia- había unas 163 toneladas, incluídos ejemplares jóvenes, lo que provoca un daño importante a la especie.
En otro segmento, Federico Angeleri, integrante de Capeca y del Grupo Veraz (una empresa familiar de tres generaciones), explica que hasta inicios de los 2000 la pesca de langostinos zona del Golfo San Jorge era desordenada: “Con los años llegaron medidas de manejo porque pescábamos en la ‘guardería’ y eso ponía en riesgo el caladero. En el 2010 se prohibió directamente la pesca en esa zona, por lo que se hace en aguas nacionales y se garantiza así mayor reproducción, más desembarques y mejores temporadas”.
Desde entonces la flota congeladora (básicamente empaca langostino entero en caja de dos kilos) convive con la fresquera (hace otros procesos, trabaja más con cola y pela). En el 2017 se marcó un récord de 250.000 toneladas y ahora está, en promedio, en 200.000 toneladas anuales. Angeleri puntualiza que alrededor de 12.000 toneladas al año van a Japón.
La flota fresquera es la que hace el valor agregado que demandan los mercados, pero los precios están deprimidos; de un promedio de US$16 en el 2000 en la actualidad ronda los US$6. Los problemas locales de competitividad fueron determinantes para que se desarrollara una industria de reprocesamiento en el exterior. El langostino envasado que exporta la Argentina es “fácil de reprocesar; perdemos una oportunidad histórica por no tener fomento y condiciones”, resume el empresario.
En el caso de su empresa, es pionera en el langostino pelado y desvenado; desarrolló un mercado en Estados Unidos y en 2013 compró una filial de una firma japonesa en Puerto Deseado: “Se erosionó la rentabilidad; seguimos con los clientes por lealtad. Pero se reprocesa la pesca argentina en Perú; Guatemala, China, Tailandia, Indonesia. Está la posibilidad para aumentar el valor de las exportaciones pero deben estar dadas las condiciones. La devaluación ayuda, pero hacen falta estabilidad y créditos”
Pese a su potencial, la Argentina no es formadora de precios a nivel internacional, en ninguna de las especies que se exportan. En el caso puntual del langostino (generador de más del 50% de las exportaciones), hay una “drástica baja de precios y caída de consumo a nivel mundial” desde fines del 2022, analiza Capeca.
La cámara describe que en la mayoría de las pesquerías los tripulantes de los buques cobran 85% de los salarios en la parte de producción, atados al tipo de cambio oficial; lo mismo que el combustible; los insumos importados como los envases, cartón; repuestos y pertrechos necesarios para pescar, por lo que la suba de retenciones sería un golpe fuerte.
El titular de la Cámara de Flota Amarilla de Chubut, Gustavo González, reitera que la mayor oportunidad está en el valor agregado. La mayor parte de las operaciones al mundo son con comodities que “van a países donde los industrializan; hacerlo localmente implicaría US$15 en vez de US$6,5. No hay incentivos”. Desde la gestión de Alberto Fernández, se aplica una escala de retenciones que bajan a medida que suma valor agregado; la propuesta libertaria es de 15% general.
Añade que, además, se requiere de una reforma laboral que implique una escala de pagos hasta que haya productividad porque es “imposible” competir con los países que procesan 10 kilos por hora frente al promedio local de cuatro kilos por hora.
Desde la Asociación Argentina de Capitanes de Pesca, Jorge Frías admite que hay un debate con el sector empresario por el modelo de pesca que se usa. A su criterio, “entre todos” deben encontrar la solución. El punto está, según el gremio, en no descartar las especies acompañantes de las más valoradas.
“Se pesca en menos del 50% del mar por las vedas biológicas y eso es lo bueno; conservamos muy bien el caladero -sostiene-. Una vez que el pez entró a la red murió; la pesca es la explotación de recurso natural vivo en un ámbito salvaje e involucra a 100.000 familias y se puede optimizar la explotación del recurso”, asegura.
Fuente: Gabriela Origlia / La Nación.