El buque, años atrás, cuando había entrado a dique para un relevamiento final en la Base Naval del Puerto Belgrano.
Adrián Luciani
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Si bien el tiro de gracia recayó ahora en el presidente Alberto Fernández, quien dispuso que deje de ser patrimonio del Estado Nacional, el final del destructor ARA Santísima Trinidad ya había sido decidido mucho antes, más precisamente en marzo de 2016.
Ahora, alejada la posibilidad de ser convertido en museo, el histórico buque que lideró en 1982 la recuperación de las Islas Malvinas y desembarcó las primeras tropas argentinas en el archipiélago durante la guerra, tiene un más que probable destino de ser convertido en chatarra.
La decisión adoptada por el presidente de la Nación se fundamenta en lo dispuesto por la Armada varios años atrás, cuando en marzo de 2016 el entonces Jefe de Estado Mayor General de la fuerza, vicealmirante Marcelo Eduardo Hipólito Srur, en base a estudios técnicos, determinó que el grado de deterioro que presentaba el buque tornaba inviable su recuperación.
Los informes aludieron a las graves consecuencias que generó el hundimiento parcial que debió soportar desde el 21 de enero de 2013, se escoró totalmente a babor en la dársena de Puerto Belgrano por la rotura de una tubería, hasta diciembre de 2015, cuando fue reflotado.
“Hacerlo museo es como empezar la nave de cero, ya que el costado que apoyó está en malas condiciones y no nos podemos dar el lujo de acondicionar un barco para una función que nunca tuvo; y no es por decisión de la Armada, sino porque no tuvimos el aporte de aquellas asociaciones que en algún momento pensaron en ello”, dijo en marzo de 2016 Srur, en Puerto Belgrano.
Señaló que tras las evaluaciones realizadas en dique seco, ésta ha sido la determinación avalada por el ministerio de Defensa.
La fotografía muestra al ARA Santisima Trinidad ingresando a dique seco en la Base Naval de Puerto Belgrano.
“La intención es donar a todas las asociaciones y agrupaciones referidas a los veteranos todas los objetos que quieran y después veremos que se puede llegar a hacer con lo que resta. Consideremos que en alguna oportunidad cuando se estableció cuál era el precio para acondicionarlo nadie quiso pagar por ello”, sintetizó.
Incluso el entonces ministro de Defensa Arturo Puricelli admitió que el destructor estaba fuera de mantenimiento porque es un buque que va a desguace.
“Es como dejar un auto para mandar a chatarrearía; y usted no se pone a revisarlo para arreglarlo”, dijo el funcionario, en directa alusión a que en el año 2000, el ARA Santísima Trinidad ya había sido puesto en “receso temporario” y cuatro años más tarde, a fines de 2004, el el Estado Mayor General de la Armada lo dio de baja.
El buque en la dársena de puerto Belgrano, con evidentes signos de su muy mal estado. Foto gentileza Juan Domingo Frías.
En 2016, sus desastrosas condiciones de mantenimiento ni siquiera permitieron dar cumplimiento a una resolución del Estado Mayor General de la Armada que establecía remolcar al destructor y echarlo a pique con honores.
Ahora el Poder Ejecutivo Nacional declaró en desuso al barco y autorizó al Estado Mayor General la enajenación del mismo, poniendo punto final a un proceso que se inició mucho antes.
Podría decirse que la muerte del Santísima Trinidad fue decidida a fines de 1989, cuando comenzó a ser sacrificado despojándolo de sus componentes principales para dotar de repuestos a su gemelo, el Hércules, en virtud del embargo dispuesto por Gran Bretaña.
Sin embargo, pese a lo afirmado por el ministro Puricelli, por su historia este buque mereció un final diferente.
El ARA Santísima Trinidad hizo méritos suficientes para ser conservado, al menos en sus estructuras principales, desde que dejó el servicio activo.
Su destino era ser un museo flotante, un elemento visible y palpable de aquel 2 de Abril de 1982.
Sin embargo, hoy termina siendo un ejemplo más de desmalvinización.
El ARA Santísima Trinidad, una unidad misilística tipo 42 fue entregada por Gran Bretaña, sin ensamblar, a comienzos de la década del ’70.
Todo el proceso de construcción se realizó en los Astilleros de Río Santiago, pero en 1975 las tareas se vieron demoradas por un atentado explosivo con buzos, a cargo de la agrupación terrorista Montoneros.
Los graves daños sufridos, no se hundió completamente por la escasa profundidad del sitio donde estaba amarrado, insumieron otros 5 años de labor, hasta que en 1980 entró en servicio.
Con redes antibuzos, en Río Santiago, años después del atentado de Montoneros.
Hay quienes sostienen que el barco nunca pudo sobreponerse totalmente a los daños estructurales recibidos.
En abril de 1981 navegó a Inglaterra para que los británicos realizaran la puesta a punto de los sistemas de radares y de armas y, apenas tres meses después de haber regresado al país, encabezó las acciones militares para recuperar las Islas Malvinas.
El Santísima Trinidad formó parte de la Fuerza de Tareas 40, comandada por el contraalmirante Gualter Allara.
Guerra de Malvinas, comandos en el destructor, Foto gentileza de Martín Correa.
El “Santísima Trinidad” tiene el enorme valor de haber servido en Malvinas, desempeñando un papel clave en la acción de desembarco de las tropas argentinas el 2 de abril de 1982, custodiando a otros buques y cumpliendo distintas tareas en esa histórica gesta.
Luego de Malvinas continuó navegando hasta el año 1989 cuando comenzó a ser “canibalizado” para suministrarle respuestos al ARA Hércules, aún operativo.