Por Redacción Argenports.com
El impacto de la guerra comercial entre Estados Unidos y China volvió a colocar a la Argentina en el centro del comercio agrícola mundial. Ante la búsqueda china de alternativas al poroto norteamericano, las exportaciones de soja sin procesar se dispararon, generando un ingreso extraordinario de divisas. Pero el fenómeno expone una paradoja: el país gana en volumen, mientras su industria pierde protagonismo.
Récord de exportaciones, fábricas paradas
Según datos oficiales, las exportaciones de poroto de soja de la campaña 2024/25 alcanzaron 8,81 millones de toneladas, el nivel más alto en seis años. Con casi un tercio de la cosecha aún sin vender, los exportadores confían en que la cifra final duplique las 4,7 millones de toneladas de la temporada pasada.
El problema es que China compra el grano para procesarlo en sus propios complejos, lo que deja a las plantas argentinas de crushing —productoras de harina y aceite de soja— con una capacidad ociosa del 31% en julio, según la Cámara de la Industria Aceitera (CIARA-CEC).
“Esto implica menos empleo argentino y menor valor de exportación”, advirtió Gustavo Idígoras, presidente de la entidad, al señalar que el conflicto global está generando más perjuicios que beneficios para la cadena agroindustrial.

Competencia creciente de Estados Unidos
La disputa comercial también genera efectos colaterales. El excedente de soja estadounidense que no ingresa en China se industrializa en harina y aceite y se vuelca a mercados del sudeste asiático, donde compite directamente con la oferta argentina.
Durante décadas, nuestro país lideró el suministro de harina de soja en esa región, pero hoy enfrenta una presión creciente de Estados Unidos, que compensa con productos industrializados lo que pierde en el mercado chino de porotos.

Incertidumbre política y desafíos internos
La tregua comercial entre Washington y Pekín vence en noviembre y el sector aguarda definiciones. Un nuevo acuerdo podría reducir las compras chinas en Sudamérica, dejando a Argentina con un mercado en retroceso y a sus plantas de crushing aún más debilitadas.
A este escenario según precisó el medio AgroLatam, se suman problemas estructurales: brecha cambiaria, retenciones, falta de infraestructura y escasa previsibilidad en las políticas públicas.
Mientras Brasil aprovecha su escala productiva y Uruguay avanza en carne y lácteos, Argentina sigue atrapada en un modelo de sojización con bajo agregado de valor, dependiente de factores externos y vulnerable a los vaivenes del comercio internacional.

La necesidad de una estrategia de largo plazo
La situación muestra que ser “el granero del mundo” no alcanza si la producción no se transforma en empleo, innovación y desarrollo.
El boom exportador es real, pero puede convertirse en una trampa de corto plazo si el país no define una estrategia clara para fortalecer su industria, diversificar mercados y posicionarse con mayor firmeza en la cadena global de alimentos.