Por Redacción Argenports.com
La historia reciente de Vaca Muerta está marcada por la expansión, pero también por el desgaste natural de sus primeros desarrollos. En los campos más maduros, los pozos que alguna vez impulsaron la producción comienzan a mostrar caídas pronunciadas.
Frente a ese escenario, las operadoras avanzan con una estrategia que promete devolverles vitalidad: la refractura, una técnica que permite recuperar energía y productividad a partir de las mismas bocas que ya fueron explotadas.
Una nueva etapa para el shale argentino
Entre 2015 y 2019 se perforaron cientos de pozos horizontales con diseños de completación que hoy resultan obsoletos.

Muchos de ellos dejaron porciones del reservorio sin drenar por completo. En lugar de invertir en nuevos pozos, algunas compañías optan por aplicar refracturas, que implican volver a estimular la formación con métodos más eficientes y mejor controlados.
Según especialistas, esta técnica puede incrementar la producción entre 1,5 y 3 veces, con costos que representan solo entre el 20% y el 60% de lo que vale perforar y completar un pozo nuevo.
Además, el impacto ambiental se reduce considerablemente: se evita la emisión de unas 600 toneladas de CO₂ por cada pozo refracturado frente a uno perforado desde cero.

Esas fueron algunas de las conclusiones de la presentación de José L. Morales, Technical Account Manager en Calfrac Well Services, “Refractura en Vaca Muerta: ¿Una segunda oportunidad para los pozos ‘No Convencionales’?”.
La misma tuvo lugar n el marco del programa técnico de SPE 2025/2026 “Punzados orientados y nuevas metodologías para mejorar la productividad en Vaca Muerta”, según precisó el diario La Mañana de Neuquén.
Cómo se eligen los pozos candidatos
No todos los pozos son aptos para recibir una segunda fractura. Los criterios incluyen la presión del reservorio, la curva de declinación, la calidad de la roca y la intensidad del diseño original.
En general se priorizan los pozos de primera generación —anteriores a 2018— que operan con menos del 30% de su producción inicial, pero que conservan al menos un 70% de la presión original.
También se analiza la conectividad hidráulica: los pozos con fracturas espaciadas o baja concentración de arena suelen mostrar zonas del reservorio que nunca aportaron caudal. Una refractura bien diseñada puede reactivar esos segmentos y extender la vida productiva por varios años más.
Las técnicas que se usan en campo
Existen distintos enfoques. La refractura directa, conocida como pump and pray, es la más simple y económica, aunque de bajo control. En un nivel intermedio aparece el aislamiento químico mediante divergentes, que redistribuye el flujo sin intervención mecánica.
Las operaciones más complejas utilizan aislamiento mecánico con packers o tapones, lo que permite tratar zonas específicas y alcanzar un control similar al de un pozo nuevo. En casos estratégicos, se opta por un recompletado con liner adicional, una alternativa más costosa pero de alto rendimiento.
El monitoreo es clave: los ingenieros emplean trazadores, fibra óptica y microsísmica para medir la respuesta real del reservorio. “Lo que no se mide, no se aprende”, repiten los técnicos, al medio neuquino.
Rentabilidad y sostenibilidad
Con más de 2.500 pozos horizontales perforados y más de 2.000 etapas de fractura por mes, Vaca Muerta ingresa en una etapa donde la eficiencia será determinante. La refractura surge así como una herramienta central para sostener la producción sin multiplicar el gasto de capital.
Los cálculos de campo muestran un retorno promedio de 1 a 3 y una reducción de inversión cercana al 50% frente a un pozo nuevo. Es una estrategia que conjuga eficiencia económica con menor huella ambiental y que, de prosperar, podría convertirse en la nueva frontera tecnológica del shale argentino.











