Por Redacción Argenports.com
A las siete y media de la mañana del 10 de julio de 1945, una figura oscura se recortaba en el horizonte, en el mar, frente a la Base Naval de Mar del Plata.
No era una nave local ni un buque aliado. Era un submarino alemán, salido directamente de las aguas de la Segunda Guerra Mundial.
Cuando emergió por completo, lucía en su torre la esvástica aún intacta. Se trataba del U-530, y venía a rendirse.
Habían pasado ya más de dos meses desde la capitulación de la Alemania nazi, ocurrida el 8 de mayo.
Sin embargo, el comandante del U-530, Otto Wermuth, un joven oficial de 24 años, había decidido llevar a su tripulación lejos de los puertos europeos y entregarse en el Atlántico Sur.

Llegó sin avisar, sin comunicarse por radio y, lo más curioso, sin documentos. Los había destruido antes de rendirse.
La Armada Argentina recibió la nave con cautela. El hecho no solo era inusual: era único. Nunca antes un submarino nazi se había presentado sin condiciones ante un país sudamericano.
La tripulación, de 54 hombres, fue detenida e interrogada. El gobierno argentino, entonces en una posición incómoda en la posguerra, debió responder a las exigencias de Estados Unidos y Gran Bretaña, que reclamaban explicaciones por el episodio.

El viaje del silencio
El U-530 había partido de Horten, Noruega, el 3 de marzo de 1945, cuando la guerra ya se acercaba a su final.
Según las versiones brindadas por Wermuth años después, la tripulación recibió con desconfianza las noticias de la rendición del Tercer Reich y decidió buscar un destino lejano, donde pudieran entregarse sin temor a represalias.
Durante su travesía, el submarino evitó combates, navegó sin contacto radial, y se deshizo de sus torpedos, su armamento de cubierta y todos sus registros militares.
Esa destrucción previa a la entrega fue, para muchos, el primer indicio de que el U-530 podría haber tenido otro propósito.

Teorías y sospechas
Desde el primer día, comenzaron las especulaciones. ¿Qué buscaba el U-530 en Argentina? ¿Había dejado antes pasajeros secretos en alguna parte de la costa patagónica? ¿Transportaba tesoros, documentos confidenciales o tecnología militar?
Una de las hipótesis más difundidas —aunque jamás probada— sugería que el U-530 podría haber servido de apoyo en la fuga de jerarcas nazis hacia Sudamérica.
La ausencia total de documentación, el silencio del comandante y la falta de una explicación clara sobre el itinerario alimentaron esa teoría.

Marinos argentinos a bordo del submarino.
Los interrogatorios posteriores, tanto por parte de la Armada Argentina como de oficiales estadounidenses, no arrojaron pruebas concluyentes. El U-530 fue finalmente entregado a los Aliados y hundido en el Atlántico en 1947 durante ejercicios de artillería.
Una secuencia que alimentó el mito
El arribo del U-530 no fue un hecho aislado. Poco después, el 17 de agosto, otro submarino alemán, el U-977, también se presentó en Mar del Plata.
Este último había partido desde Noruega poco antes del fin de la guerra y permaneció 66 días sumergido en inmersión continua hasta alcanzar Sudamérica.
La llegada consecutiva de dos U-Boote al mismo puerto, en una Argentina aún bajo sospecha de simpatías pronazis, desató una tormenta diplomática. El gobierno debió aclarar que no se había ofrecido asilo y que ambas tripulaciones fueron entregadas conforme al derecho internacional.
Pero para la opinión pública internacional, el episodio quedó asociado para siempre con una idea inquietante: Sudamérica como posible refugio del nazismo derrotado.

Ocho décadas después
Ochenta años más tarde, el misterio del U-530 persiste, no tanto por lo que se sabe, sino por lo que nunca se explicó del todo.
La falta de registros, el perfil bajo del comandante Wermuth tras su liberación, y la coincidencia con el caso del U-977, han mantenido viva la leyenda.
El caso fue abordado por historiadores, periodistas, documentalistas y hasta novelistas. Pese a que la historia oficial sostiene que no hubo ninguna acción ilegal, el relato nunca perdió su magnetismo.
Entre los testimonios rescatados se destaca el de conscriptos y oficiales argentinos que vieron llegar al submarino: una mole negra, emergiendo en silencio, con la bandera de un régimen caído, que venía a rendirse a un país lejano.