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Capataz y catango, el cimiento del ferrocarril

Más de que de obras, el éxito en materia ferroviaria depende la inspección periódica de la infraestructura y de agentes comerciales que aseguren que el ferrocarril sirva para todo tipo de carga en cada rincón de la red que aún queda

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   Lo que apenas queda de ferrocarril en Argentina, solo se puede recuperar a partir de la idoneidad en decisiones y acciones y, jamás, ni en la justificación de las decisiones de otros en la estructura jerárquico / gubernamental ni, mucho menos, en el sueño de las futuras obras.

   ¿Para qué se quieren obras si no se comprende el rol del revisor de vías ni del agente comercial “todo terreno”?

   La línea ferroviaria de más alta velocidad del mundo requiere que sea vigilada frecuentemente con equipos sofisticados, análogamente a la peor vía que pudiera existir en operación, salvo que es casi inviable la aplicación única de tecnología, pero es tanto más necesaria la visualización ocular y muy frecuente por parte de personal experimentado.

   Los equipos de supervisión de vía de la alta velocidad ferroviaria cuestan muchísimo, pero son centavos ante el costo operativo y la rentabilidad económica que se espera del sistema.

   En cambio, un solo descarrilamiento en la vía en mal estado, resulta en carísimos impactos que son equivalentes a años de salarios de la simple inspección ocular, a pie, de un experimentado capataz y su fiel peón que lo acompaña cada día o semana o mes, según el caso.

descarrilamiento

   En Argentina, por seis décadas, la ilusoria solución a la crisis ferroviaria a través de la extinción del territorio productivo por la expulsión logística (con el cierre de ramales en zonas donde no había caminos aptos ni telecomunicaciones), instaló un falso mensaje cultural en el que se excusa que toda mejora llegará con la renovación de las vías en el certero futuro que cada vez está más lejos.

   Por otro lado, hasta gravísimos accidentes y desmanes concesionados se refugian en la culpa a los políticos de cada anterior gestión o gobierno.

   Pasados 61 años del mismo concierto ¿a quién le echan la culpa?

   Solo espero que alguien despierte a los que corresponda, para que se enteren que sus éxitos políticos o laborales solo dependen de dos cosas: de la inspección periódica de la infraestructura y de agentes comerciales ferroviarios que aseguren que el ferrocarril sirva para todo tipo de carga en cada rincón de la red que aún queda (ah! y de paso, que sepan que los puertos y los camiones son el principal aliado y no ni enemigos ni meros obligados a cumplir el deseo circunstancial ferroviario).

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